viernes, junio 29, 2007

Traducciones

Idioma A

Es tan precioso, tan delicado cuando uno percibe que está habitando en esos lugares fugaces, que está blandiendo un pétalo imposible (pero tan cierto!) para horadar el mundo

Idioma B

Con el pétalo de mi boca rasgo el mundo en dos...en menos de un segundo. Me dejo beber por las cosas fugaces hasta que la belleza me duele como una lapidación o la picadura leve de un mosquito.

Microbios, de Diego Vecchio

Señores...acabo de decidir que este blog va a tener también comentarios de libros de otros autores que voy leyendo...por lo menos uno, el de Microbios, de Diego Vecchio, porque lo amerita plenamente...(gracias, Juliette, por la recomendeishon!)

Miren...para hacerla corta, es uno de los libros simultáneamente más realistas y surrealistas, más tiernos y crueles, más divertidos y tristes que he leído en mi vida.

Cómo hace Diego para conjugar cosas aparentemente opuestas? Fácil...sabe que habitamos un mundo donde toda dualidad aparente es una falacia...esto no lo digo yo, lo dijo Göedel en su famosa paradoja, que ahora no tengo ganas de transcribir, pero lo pueden googelear y aparece seguro...sino me dicen y les presto el libro, lo tengo fotocopiado además...

Entonces, esto a nivel literario opera más o menos así: la epidermis de los cuentos que componen el libro es totalmente surrealista, pero el carozo es tan real que si lo muerden fuerte se rompen un diente, les aseguro...

Lo de la ternura y la crueldad, bué...qué les puedo decir...hasta ahora voy por el tercer cuento y el tema de la muerte y la enfermedad están omnipresentes, narrados con objetividad y desapego clínicos que dejan al Dr House como un monaguillo naïf...al lado de una poesía tremenda, demoledora, bellísima...sí, claro que hay poesía! Por qué piensan que me encanta el libro y lo estoy recomendando! jaja. Vean esto:

“Antes de ser desenchufada, Kathy Ishiyama escribió una frase, su frase, la frase más bella que se haya escrito hasta el momento en el mundo flotante. “Una camelia cae y desnuca un tábano”. Y se apagó en la ambulancia, cuando, agotada por el traslado, su cuerpo consumió las escasas reservas de azúcar que le quedaban. Pesaba 20 k, curiosamente el peso de una camelia, multiplicado por cien.”

En cuanto a la diversión y la tristeza, voy en el subte riéndome sola, profundamente conmovida...

Bueno, eso es Microbios, de Diego Vecchio...salgan YA! a comprar el libro, editorial Beatriz Viterbo, se consigue en Cúspide.

martes, junio 26, 2007

Interludio: veinticincodemayo



Los chicos de Palermo se derraman entre el sushi y la nieve. Debajo de la voz. Extrañamente, tienen frío, aleteando bajo sus ojos semicerrados, llenos de promesas de té de canela y jengibre caliente. Y grandes cristales que se empañan despacito, detrás de pisadas de botas puntiagudas en la vereda humedecida. Esta pequeña gota en el mundo es mi ciudad, cocida al calor de lámparas naranjas y manos de hombre. Parpadeando en los reflejos de las grúas y las luces sobre el agua negra. Baldosa tras baldosa, las ristras de luces azules quedan atrás, con su resplandor de pecera lejana en el espejo retrovisor. Si pudiera volver a tener sus grandes ojos fijos y tristes de vidrio, o su alegría de artista recién becado...Después, todo es barrido como un remolino de hojas doradas sobre el empedrado, al atardecer, cuando los chicos de Palermo terminan el brunch y se miran, inciertos. Adormecidos, o despiertos en un momento de flores perfectas de tallos largos recién puestas en agua. El invierno llega antes de tiempo y luego se disuelve, dicen los meteorólogos, casi sin ruido. Mientras, yo encuentro el color de hilo exacto para zurcir una remera nueva y bebo mi taza de chocolate caliente en una tarde patriótica y remota. No hay más respuesta que los ojos grandes volando sobre las cosas, que el recuerdo de los manteles a cuadros donde el pan se desmigajaba. Y los motores de los juguetes que dejaron de funcionar; y un rizo de mi pelo deshecho entre tus manos. Y una bocanada de viernes caliente mojando los labios. El deseo de niña de morder moras, que se estira hasta ahora. El hombre que untaba la mesa de manteca no estaba muy lejos del adorno azul de Navidad; yo los busco sin saber que son una misma cosa. Y esa tranquilidad de preludio, de noche y fiesta, en la calle, y esa incertidumbre de madera enmantecada que se trepa por mis piernas, se encuentran en los dos extremos de un círculo a punto de formarse. Sobre mis labios que ya no quieren beber un día nuevo. El frío, el almohadón de cebra, los muebles de diseño. Todo eso lo vi hace muchos años, igual que ahora; me miraba, igual que ahora, en el reflejo de la vidriera, lista para todo el amor del mundo. Pero no lo sabía. Con la garganta sedosa de alcohol, de sal y color rubí, disolviendo pastillas de tiempo, los chicos de Palermo lloran lágrimas de vidrio redondas, luminosas; y sin saberlo, lejos de la belleza apacible y descolorida que los caracteriza, se vuelven, por un instante, verdaderamente hermosos.

La pelusa de mi corazón en un soplo de tu boca
beber demasiado mundo rojo
desaparece y desde el mundo líquido, mi cuerpo sumergido ama
con un gorgojeo.

martes, junio 19, 2007

Inconvenientes técnicos... :(

Perdón, tratando de agregar unos links se me rompió toda la parte del template html que contiene los links (de ustedes) y de los posts anteriores...

Estamos trabajando para usted, sepa disculpar las molestias!

(ah, y si tienen idea de cómo resolver el issue...es más que bienvenida)

Ocho

En invierno los niños se cuecen en la polenta.

Afortunadamente todavía falta para el invierno.

Las madres se quemaban los dedos pelando las papas calientes para que comieran sus hijos. Ahora por suerte existe Maggie.

Te vestía de colores dulces para poder amarte. Era necesario.

Ahora transcurren los días.

Vuelan las mariposas.

Las tres hermanas murieron en el cañaveral. Las mataron a golpes de garrote.

Es preciso que estas cosas sean sabidas.

Recordadas.

La gente tiene una ilimitada propensión al olvido. La felicidad se cuece en la ignorancia.

Nos rebajamos a amar cosas que son indignas de ser amadas, para tener un poco de tibieza. Un sorbo de café y vivir un día más. El polvo de la carretera está mojado de sangre.

Sólo quisiera que fueras distinto a ellos. Que vieras. Que recordaras.

Cuando todo comienza a suceder rápidamente y no hay vuelta atrás, se mira con dulzura el caleidoscopio de momentos felices, echados a rodar como bolitas de vidrio sobre un mantel de bolillos. Las niñas juegan sobre la mesa, arman palabras con letras pintadas en cubos de madera. Mamá zurce medias y sonríe. Alguien pisa las bolitas sin darse cuenta y todo se rompe, ruido de espejos y de lágrimas. Ya no se puede volver.

Hay un último rayo de sol en la tarde, el primero después de la lluvia.

Ella escribía: el rumor del viento en el jazmín.

Y se iba quedando dormida.

Los gritos hacen menos ruido que las balas.

Andaba de puntillas, como si volara. Por eso nadie la veía.

Conocer como se conocen las ausencias y las tardes perdidas. Conocimiento acuático que burbujea.

No hay nada en la heladera. La ropa está tirada. Despego un preservativo del piso de parquet. Comeré unos ravioles congelados hace siglos, sin salsa porque no tengo ganas de hacer salsa. Sólo por hoy. Mañana volveré a ser brillante y leve como me imaginan. No hay tomate, de todos modos. Anoto: compras: lata tomates. Y voy emergiendo de a poco.

Salir del horno es costoso. Me dejaría cocer con gusto. Primero me encerrarían en una jaula y me cebarían bien. Cuando estuviera rozagante y sonrosada, me pondrían una manzana en la boca. Los cuentos necesitan manzanas muy rojas. Lo bueno es que con la manzana en la boca ya no podría decir nada más.

En el otro canal discuten de las cirugías de una actriz. Todo se ve luminoso, hasta el punto de resplandecer. El plástico pulido brilla como el mármol. Pero es leve, se desarma de un soplido. Ser leve, saben, es una delicia.
 
Creative Commons License
Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin Obras Derivadas 2.5 .